jueves, 16 de agosto de 2007

El Circo Kata-tónico o De qué trata el cuento

Juan Zamora


A este singular circo, lo integraba un peculiar grupo de personajes: un fakir eunuco, una mujer barbuda y anoréxica que sufría de alopecia, un enano drogadicto, una trapecista acrofóbica, un mago amnésico, un payaso hipocondríaco, una contorsionista artrítica, y un alemán borracho y pendenciero que hacía de domador, presentador y director del circo; aunque su mayor arte era el de rascarse lo testículos y escupir frente a la audiencia.

La carpa central permanecía sola, los asientos vacíos y la boletería sin vender. Así transcurrían los días en este sitio donde no había risas ni diversión.

Pero, ¿qué podía hacer a un circo un lugar tan triste? Simple: El fakir no tenía la “voluntad” suficiente para acostarse en una cama de clavos. El enano, adicto a la cocaína, se “crecía” cada vez que estaba frente al público y comenzaba a insultarlos. La trapecista no podía despegar los pies del piso y prefería “pasar por debajo de la mesa”. El mago nunca lograba recordar donde había “escondido” los objetos que desaparecía (¿?). El payaso pensaba que la pintura podría producirle un cáncer en la piel, la nariz de goma asfixia, el traje de poliéster y satén urticaria, o que la peluca le ocasionaría una atrofia cerebral al no permitir circular las ideas. Para colmo, el estar cerca de los niños, le generaba una arritmia insoportable.

La contorsionista y la mujer barbuda, eran hermanas. Querían abandonar el circo, pensaban que su tiempo había pasado. La primera, ya vieja y cansada de tanto “doblar” el lomo; la segunda, sin “pelos en la lengua” ni en ninguna otra parte, decía sentirse cansada también.

Ambas hermanas, estaban enamoradas del domador, pero no querían enfrentarse por ese amor ingrato y no correspondido. Él, sólo amaba sus botas, el látigo y la botella.

El tiempo fue pasando y la oquedad del circo hacia mella en el ánimo de sus integrantes, y ni qué decir de sus estómagos. La falta de dinero y recursos, se reflejaba en una alacena vacía y la cocina con trastos limpios y sin uso desde hacía ya mucho tiempo.

Partir hacia otro lado, era inviable; sin combustible para mover los camiones, ni fuerzas para recoger la carpa. Además, ¿qué solucionaría abandonar el lugar?

Los animales comenzaron a enfermar y a morir de hambre. Lo que pudo ser tristeza, pronto se convirtió en oportunidad. Los del circo habían conseguido comida.

Nada se desperdiciaba, la carne para el estómago, las pieles para cubrirse y los huesos para hacer bisutería y venderla. Así sobrevivieron un buen tiempo, el suficiente para olvidar el oficio circense. Atrás quedaron esas artes, fueron suplantadas por otras. No más luces y aplausos, ni risas, ni gritos. No más niños, ni trucos, ni redoble de tambor. Pero, ¿en algún momento los hubo? ¿Alguna vez, fue de verdad un circo? ¿O siempre fue gente esperando una oportunidad, al menos para poder comer?

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