jueves, 16 de agosto de 2007

Prestidigitador

Juan Carlos Chirinos

"El Mago" por Giger.


En 1314, John Samuel Innsburg, mago itinerante de la corte de Luis X, llamado el turbulento, logró uno de sus mayores éxitos: completó su promesa de desaparecer al público que lo viera, sin excepción. Luego de su truco, muchos pensaron que se trataba del mayor mago de la historia, y otros ya no tuvieron duda de que había hecho un pacto con el Lucifer, por lo cual aseguraban que ni siquiera tenía sombra, pues la había arrendado al maligno para sus travesuras. Algunos sacerdotes declaraban que lo habían visto departiendo amigablemente con el templario Jacobo de Molay y sus sarracenos, pero esta acusación nunca encontró asidero oficial. Al parecer, gozaba de la simpatía del rey Luis y su tío, el valido Carlos de Valois. Sin embargo, la fama de nigromante ha acompañado la biografía de este hombre que más debería ser tenido por un sabio que por brujo. Pero ya se sabe: el diablo carga las tintas de los historiadores.

El asunto ocurrió en Glasgow en diciembre de 1314. La compañía del rey había hecho un alto en la ciudad para llevar cartas de regia amistad a los nobles escoceses; y los mimos y arlequines y polichinelas del grupo aprovecharon para montar su tarantín y sacar unos chelines extra, que no vendrían mal para paliar los rigores del invierno que prometía ser largo y dificultoso. El flagelo de la peste ya se había llevado a la tercera parte de la población de las islas, y nadie parecía estar de humor para las gracias de los payasos.

Pero John Samuel, perseverante, levantó su pequeño escenario y lanzó su desafío:

—¡Un chelín! ¡Un dorado y brillante chelín para el que frustre mi truco! —gritaba en medio del mercado.

Los respetables ciudadanos de Glasgow, cansados por el hambre y el frío, no habrían sido capaces de prestar atención a las supercherías de un mago de pacotilla si la palabra «chelín» no hubiera estado enrevesada en sus promesas.

—¡Reto a quien sea por un chelín! —gritaba el mago.

Un numeroso público se acercó y pagó gustoso los tres peniques que el aburrido sombrero del mago exigía para entrar en la apuesta. Cuando el pequeño corral estuvo atiborrado, un gran telón los rodeó y ya nada supieron los que se quedaron fuera. Pero cuentan que todo siguió de la siguiente manera:

John Samuel Innsburg pidió al público que se tomaran de las manos, porque el truco requería la unión de las fuerzas vitales de cada uno; luego pronunció las palabras que invocaban a los dioses de las formas y los cuerpos:

—¡Astoth, Zalath, Sadmec! ¡Disuélvelos! ¡Señores de la forma, el volumen y la densidad! ¡Disuélvelos en el éter infinito de las bóvedas del mundo! —oyeron aterrorizados los que se habían quedado afuera.

Durante unos minutos hubo silencio. Y después fueron los aplausos y los vivas.

Cuando se corrió el telón, el público declaró que durante esos minutos, todos habían desaparecido y que, no sabían ellos bien cómo, sólo estaba John Samuel Innsburg de pie en el escenario. Ninguno supo explicar cómo pudo presenciar el prodigio si no estaba allí. Pero nadie exigió que lo recompensaran con el brillante chelín, y dieron por bien invertidos los tres peniques.

A la semana de esa hazaña, todos y cada uno de los asistentes al espectáculo murió entre furiosos vómitos negros, ojos llorosos de sangre y fiebres recalcitrantes. La peste se los había llevado; quizá algún ratón los habría mordido o uno de ellos ya estaría contagiado y enfermó a los demás. Sólo John Samuel Innsburg llegó a la provecta e inusual edad de 105 años.

Algunos cronistas afirman que esos años de más fueron la recompensa de Astoth, Zalath y Sadmec, los implacables dioses de las formas, por el sacrificio del público en cada pueblo al que llegaba. Pero ya se sabe: el diablo carga las tintas de los historiadores.

6 comentarios:

Fedosy Santaella dijo...

maestro, chapó, qué cuento tan maravilloso!

Anónimo dijo...

"¡Astoth, Zalath, Sadmec! ¡Disuélvelos! ¡Señores de la forma, el volumen y la densidad! ¡Disuélvelos en el éter infinito de las bóvedas del mundo!"

que gran embrujo...puro poder salido de los labios de cualquier "Mago Jefa"...

Chirinos, el iniciado mete miedo desde los otros mundos

un abrazo bro

J

SERGIO MÁRQUEZ dijo...

Coño Juan Carlos, del carajo. Crowley se quedó pendejo. Salud.

Nicolás Melini dijo...

El maestro chivirichiviri ataca de nuevo con su gran prosa.

Anónimo dijo...

qué texto más certero!

Anónimo dijo...

muchachos! muchas gracias por las lecturas me alegra que les haya gustado este trucio de magia, con permiso del maestro Enríquez...

Juan Carlos Chirinos