Un euro. Entrar me costó un euro. Lo acepto, porque no queda otra. Pago, coño. Pago porque hay que hacerlo. Llamo el ascensor. Se demora. Al fin baja uno. Pero no abre. Ahora sale otro. Ése, sí. Ése. Una manada se apretuja, estruja, forcejea. Paso, mejor dicho, piso. Me apretujo yo también. No empujen eh, no empujen. Piso cinco, por favor. Piso tres, dos, cuatro. Cinco, por favor. Repito.
A medida que asciende, el ascensor va liberándose. Deja pasajeros, recupera aire. Algo en su interior queda flojo, como un vaquero usado. Y aunque somos menos, Almodóvar parece incómodo. Venía en el filo de la puerta, entró de último. Nos empujó con su pe, de Pepi, Luci y Bon. Daba sonrientes brinquitos para dejar salir a la gente. Presionaba gustoso los botones. "¿Tres? ¿Cuatro?", preguntaba. Ahora que no hay nadie, excepto dos señoras con moños Grace Kelly y yo, ya no se ríe o no parece tan feliz como hace unos segundos.
Creo que no somos suficientes. Antes, en el piso dos rumbo al tres, tenía sonrisita de ronda. Prefería ser Almodóvar en la congestión de un ascensor en el Círculo de Bellas Artes de Madrid, que ser Almodóvar con dos viejas y una chica en un lento ascensor del Círculo de Bellas Artes de Madrid. No somos público. Aún así lo intenta. ¿Cinco, verdad? , dice. "¿A la presentación, verdad?". Me parece que llevo demasiado tiempo bajo esa luz verdosa de ascensor.
Estoy concentrada en su abrigo, el de Almodóvar. Es una cazadora oscura. Creo que es de cuero. Sigo concentrada en los hombros del director, muy concentrada, hasta que escucho: "Disculpa, ¿eres Almodóvar verdad?". Levanto la vista y remata: "Me encantan tus películas". Realmente una de las dos señoras que lo dice parece sacada de una de ellas. Ahora sí llegó el momento de la sonrisa avergonzada de interrumpir –al fin- la dinámica cotidiana del ascensor. Cómo habíamos tardado tanto en premiarle de esa forma. Era lo único que esperaba, el pobre.
La feliz coincidencia nos topa en el filo del ascensor. Ya abiertas las puertas una de las mujeres continúa, creo que habla de Todo sobre mi madre. Pero Almodóvar ya no tiene tiempo para las agrias abuelas de Salamanca, ya satisfechas y dispuestas a comenzar el cotilleo. Pero que no es maricón, para nada, para nada. Pero cómo le dices que te gustan sus películas, si es un cerdo. Que no, que no. Que me las he visto todas y me encantan. Almodóvar es interceptado por la jefa de relaciones públicas de Seix Barral. Venga Pedro, la foto con Juan José (Millás). El libro. La sonrisa. La foto.
Las copas van, vienen. Millás habla bien de su propia novela. Las señoras toman asiento. Más adelante, en uno especial, se sienta Almodóvar. Y yo sólo recuerdo su americana. El brillo violáceo por la luz de neón y las pesadas costras blancas sobre sus hombros. Esa nevada capilar impensable desprendida de un copete como ése. La novela de Millás es un desastre, Almodóvar tiene caspa y yo he pagado un euro.
jueves, 16 de agosto de 2007
Almodóvar tiene caspa
Karina E. Sainz Burgo
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6 comentarios:
Una deliciosa crónica, chama.
Siempre lo supe...
Un relato bastante frenado, con tropiezos. Tanto punto y seguido entorpece más que darle un ritmo particular. Honestamente, la anécdota es boba y sin gracia. Disculpa de verdad, pero ante tanta cosa buena en este blog, este relato se ve muy pobre.
agradece chica! ya quisieras tener tù la caspa y la chispa de Almodòvar... si logras entender a lo que me refiero. Què tonta! Mereces vivir en Vallecas.
Te leí con la esperanza de que escribieras mejor después de tu pésima labor como poetisa, y tus torpes ínfulas de "periodista", pero veo que los años no te han servido de escarmiento. Sigues sin tener nada que decir.
Lástima que las influencias y los contactos sigan pesando más que el talento.
Tu amiga Betty Boop
Envidiosos. No soportan que el talento y la inteligencia tenga además unos bellos ojos verdes.
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