jueves, 16 de agosto de 2007

Cuentos de Leones

Enrique Enriquez



(Para ser contados sentado sobre una piel de león africano, que debe tener la boca abierta y todos sus dientes)

Un príncipe en las gradas

Entre las historias de domadores y domadoras se encuentran sucesos increíbles y acciones escalofriantes, pero las carpas circenses han visto también casos insólitos que en vez de terminar en sangre se tiñen color de rosa.

La más peculiar de todas ellas es la de Pauline Borelli, una domadora que le tenía pánico a las fieras, y en especial a un gigantesco león de pútrido aliento y malas maneras que se ensañaba con la pobre chica, respondiendo a sus órdenes con gruñidos y dentelladas amenazantes. Pauline hacía acopio de fuerzas día tras día para encarar a estas bestias, y si bien jamás resultó herida, el miedo le paralizaba las piernas tan sólo de escuchar el cerrojo de la jaula abrirse para dejarla entrar.

Debutó en 1854 bajo la lona del circo "Napoleón" de París, convirtiendo su suplicio diario en un evento público. ¿Por qué se empeñaba esta pobre chica en ejercer una profesión con la que se llevaba tan mal? Pues porque convirtiéndose en domadora buscaba salvar a su amado padre de la ruina. Así es, su amor filial la llevada a enfrentar cada noche sus más oscuros miedos en medio de la pista, rodeada de panteras, tigres y leones. Sin embargo aquello no duró mucho, pues sucedió que un día llegó un príncipe azul, suponemos que en tranvía y no en caballo blanco, desenvainó su billetera para pagar su entrada como todos los demás, y una vez en medio del espectáculo, tras enterarse del drama de la pobre Pauline le pidió matrimonio, salvando a su familia de la ruina.

Así, como en un cuento de hadas, esta bella chica dejó atrás las pistas y las jaulas repletas con colmillos deseosos de hincarse en su suave piel para entregarse a un matrimonio feliz, donde nadie sabe si llegó alguna vez a usar su látigo.



Melenas salvajes

Las damas de alcurnia que visitaban cierta peluquería de Stuttgart, allá por los años veinte, no se imaginaron nunca cuando ponían sus cabezas en manos de Claire Heliot que a aquella mujer le eran más familiares las melenas felinas que el cabello de mujer, o que manejaba con mayor destreza el látigo, el puñal y la pistola que las tijeras y el peine, ni soñaban siquiera que por regla general utilizaba las sillas para acosar las quijadas de las bestias más peligrosas del planeta, en lugar de cederlas a los traseros gordos de sus clientas. Allí, entre copetes húmedos y moños batidos intercambiaban chismes del vecindario y consejos para combatir los malos modales de sus maridos, ignorando que la peluquera guardaba tras su delantal todos los secretos necesarios para poner a raya a la peor bestia.

Bajo el rimbombate título de "La Novia de los Leones", Claire Heliot tuvo el honor histórico de debutar en la primera temporada del circo "Medrano", el circo de los circos, en el París de 1898. La doma de fieras salvajes ha sido siempre uno de los platos fuertes del circo, y aún hoy en día resulta mucho más impactante cuando es una bella dama la que se enfrenta a tigres y leones, contrastando con su gracia la fiereza de sus alumnos. Muchos años duró la carrera de esta sensacional domadora, quien sin embargo perdió todos sus ahorros en 1922, tras lo cual dio un giro dramático a su vida.

Desde entonces desistió de la fama, prefiriendo colocar la cabeza de sus clientas bajo un secador de aliento tibio y seco en lugar de meter la propia entre las fauces de un siniestro león, para vivir feliz y tranquila, sin renegar jamás del día en que arruinada, se cansó de lidiar con fieras de cuatro patas y optó por las de dos.


Domador por accidente

¿Quién puede estar seguro de lo que le depara el destino? James Crockett se encontraba ensayando junto al resto de los músicos del circo Sager, feliz de la vida como todos los días, cuando un león se escapó de su jaula aterrorizando a todo el mundo. La fiera rugía corriendo tras los pobres diablos que se encontraban en el circo a esa hora y de un salto atrapó a un técnico, devorándolo en seguida. Cuando levantó la cabeza aún hambriento se encontró con Crockett frente a frente y se le quedó viendo con cara de postre, pero he aquí que el músico tomó una silla y un látigo y puso en su lugar a aquel felino bellaco, salvando la vida de todos los presentes en un acto heroico. Así, en lugar de convertirse en bocadillo, se transformó en domador.

Tras ese estreno accidental el increíble James Crockett debutó formalmente como domador en París en 1863. Cambió la música de orquesta por los rugidos de las fieras y desarrolló una carrera exitosa pero breve, un chispazo fugaz como el chasquido de un látigo, que vino a terminar dos años más tarde de un modo parecido a como se había iniciado. Sucedió en Cincinnatti en 1865, en uno de esos extraños momentos de calma que suelen ser fatales. Mientras alimentaban a las fieras una dama que traía a su hijo en brazos pasó demasiado cerca de la jaula de un hambriento león, que de un zarpazo le arrebató al bebé. No hubo tiempo de hacer nada. En segundos el monstruo carnívoro destrozó al chiquillo tragándose la mitad de su cuerpo mientras la madre enloquecía. James Crockett contempló la escena pasmado, incapaz de hacer nada por salvar a la criatura y murió al día siguiente de un derrame cerebral causado por la impresión, la pena y el remordimiento...


La balada del colmillo

El instinto salvaje de las fieras espera agazapado al menor descuido de los hombres, e incluso, se sabe que las de mayor confianza suelen ser los peores asesinos.

En 1846 el famosísimo domador Van Amburg fue devorado por su tigra "Edith". En 1869 tres leones se encargaron del gran Lucas. En 1891 Rosita Gondolfo muere supliendo a su hermano en las garras de la leona "Lidia". A Ellen Bright y Berta Baumgarten las mataron sus respectivos tigres, igual que al gran Soulanges, quien llevó la peor parte al intervenir en una pelea entre un oso y un tigre. El domador armenio Agop pereció entre las fauces de su león "Lagardere", lo mismo que la pobre Miss Fisher. En 1901 el domador e hipnotizador McDonald se hizo carne de hamburguesa en boca de un león. En 1923 Wagner muere por las heridas que le causaron tres tigres. En 1930 Adolf Kosmy fue destrozado mientras bañaba a un oso polar. En 1941 Jean Pezón muere por el "beso" de una leona. En 1945 se despedía del mundo Schneider, "El Hombre de los Cien Leones". Uno sólo bastó para matarlo.

Algunos sólo han quedado mutilados: a Daggesell un jaguar le comió la mano en 1868. A la bella Numa Hawa un oso polar le arrancó un seno en 1888, y Bendix perdió un brazo mientras trabajaba con un grupo de tigres del circo Kron. Similar suerte corrió el célebre Bidel, atacado por su león "Sultán" en 1886. A veces las mordidas tiene efecto retardado, como fue el caso del Doctor Pernet, que murió al infectarsele la sangre cuando una fiera le clavó los colmillos en la pierna, o Alfred Court, a quien casi lo mata la vergüenza a causa de una infección similar, contraída cuando una leona le mordió las nalgas.

La de domador es, como ven, una profesión en la que siempre hay vacantes. ¿Alguien se anima?



6 comentarios:

MoonWalker dijo...

Profesión de profesiones... ¿Cómo es la cosa?... ¿El que se confía pierde?... Familiar...

Anónimo dijo...

que maravilla de historias Enrique!!!

me hizo recordar el proverbio africano que citó Richard Burton, el explorador, en uno de sus prólogos a las traducciones del kamasutra: y dice así:

"hasta que los leones no tengan sus propios historiadores, los cuentos de cacería siempre glorificarán al cazador"

keep rockin´!!!

Enrique Enriquez dijo...

Epa Joaquín.

Sí. Yo use esa cita que mencionas (y que es una belleza) para abrir mi ensayo “Cuentos de leones” que es demasaido largo para meetr acá.

Un abrazo,

EE

SERGIO MÁRQUEZ dijo...

Enrique, cuando un ser humano introduce su cabeza en las fauces de algún felino gigante, recorre durante esos breves segundos el camino inverso hacia el vientre de la madre. Abrazos

Enrique Enriquez dijo...

Sergio, tú sabes que Al Louis, el abuelo de los Munsters, trabajó siendo muy joven en un circo. El tipo era payaso, pero su sueño era ser domador... hasta que lo dejaron meterse en la jaula y al primer rugido, sintió el aliento del león.

La repugnancia fue tal que se convirtió en vampiro.

Roccocuchi dijo...

ah.... pues yo tambien tengo un circo... jeje